La mano de Nerea que no ha parado de gesticular en todo lo largo que tiene la playa, charrando como las marujas que nos vamos cruzando y dejando pasar como si la orilla tuviera carriles. El mecanismo de estas conversaciones es: todas miran al frente, una habla y las otras escuchan, y luego cambian los personajes. De vez en cuando alguna dice un “uy” si se ha metido su pie en un hoyito de los que hace la arena y el agua cuando se juntan, pero sigue caminado y chapoteando, no interviene, solo se corta la charreta para preguntar “¿seguimos o damos la vuelta?”. Ves a chicas y a señoras pasear por la orilla, nunca a niñas. Cuando eres pequeña, los castillos los haces en la arena, y cuando creces haces castillos en el aire, y se hablan con la niña con la que los hacías en la arena.
A veces esos castillos pasan, y luego os lo recordáis diciendo: ¿te acuerdas el día que hablamos…? Pues fíjate tú. Ese fíjate tú, que bien podría decirse con un abanico que da golpecitos en los pechos/pechitos mientras te abanicas, te acerca cada vez más a las señoras que te cruzas paseando por la orilla, pero también te acerca a la niña con la que paseas.
Con Valeria es al revés. Siempre decimos que es rarísimo que seamos amigas, que cuándo pasó. Fue en la uni, pero fue en la playa, cuando las dos queríamos pasear y las dos queríamos no hablar:
-A mí no me pone incómoda pasear calladas, ¿a ti?
-Qué va, ¿vamos?
Solo hablábamos para decir que qué a gusto sin hablar, y a partir de ahí empezamos a no callarnos. Menos por la playa, ahí, por la amistad, se respeta el silencio.
Si la orilla está llena de gente, las conversaciones o los pensamientos suelen ir para un lado. Lados menos profundos creo, que se agradece, pero si solo está llena de arena, la charla (o no charla) va por otro lado. Te pones melancólica de más o romántica de más o pensativa de más o sincera de más o lo que sea de más. Demasiado horizonte como para no perderte en la playa o en tu cabeza.
Igual hay que volver a hacer castillos en la arena, salen mejor que en el aire, y si te los rompen puedes ir a enfadarte con con el niño que lo ha pisado. Si se rompen cuando los haces en el aire, solo te puedes enfadar contigo, y es bastante menos divertido.
Hoy es domingo, cubos y palas y a la playa.
Que bonitos esos paseos de la orilla que llenan el alma, sobre todos los del invierno. Y que familiares las charlitas tirados en la toalla o el que quiera en la silla.
Que bonitos tus textos. ¡Me encanta leerte!