Ya somos unas chicas
Ayer hablaba con Lour de las mismas cosas de siempre. En realidad no era una charla, era un intercambio de las cosas que nos pasan. Una puesta al día. Y las cosas que nos pasan siempre son las mismas. Solo cambia el nombre de la cosa y la importancia que le damos.
Su forma de quejarse de la nueva cosa era diciendo “es que ya no somos unas niñas”. Y era verdad. Hace unos días que tengo a los 25 cogiendo de la mano a las preocupaciones que no deberían preocuparnos. A veces hasta pido perdón por darles importancia. Pero claro, son mis cosas. Y están ahí esperando que te importen.
Antes el problema era que en cole, cuando jugábamos en las barras, a las niñas se nos veían las bragas. Y a mí me daba igual que se me vieran. Mi preocupación era que todas las niñas llevaban bragas de las Bratz. Y se les veían las bragas de las Bratz. Pero a mi se me veían las braguitas de hilo y puntilla blanco impoluto de niña niñísima. Y ser una niña cuando eres una niña es una vergüenza.
Aunque tampoco creo que hayamos superado eso. Yo sigo pensándome bien qué braguitas ponerme por si salgo a jugar a las barras.
Creces, y te hacen creer que los parques son solo para niños y niñas. Que es exclusiva de ellos esa sensación de saltar del columpio justo cuando está en todo lo alto. Cuando más riesgo de caída hay. Antes de saltar tenías claro que te ibas a caer. Pero había algo dulce en esas hostias. Así que saltabas.
Ahora sigues columpiándote. Más, de hecho. Porque en el fondo es divertido y forma parte del juego. Pero ya sabes que si te tiras, el golpe duele más. Hay que valorar si compensan las tiritas, porque te las vas a tener que poner tú.
Es verdad que ya no somos unas niñas. Ya somos unas chicas. Y es genial. Porque una chica siempre le sujeta el pelo a la otra cuando la nueva cosa que le preocupa le ha sentado mal.
Feliz fin de semana.