Le pregunté al chat GPT cuándo iba a hacer tiempo de llevar gabardina sin tener frío. Fui específica porque si le preguntaba cuándo llegaba la primavera me diría la fecha que nos dicen en el colegio cuando aprendemos las estaciones, y ahora, ya medio adulta, sé la fecha pero nunca sé cuándo llega.
Antes que eso, le pregunté cuando iba a sentir que era primavera. Necesitaba que saliera el sol también en mi cabeza. No supo entender mis sentimientos (me alegré, de hecho, já IA) así que pasé a la materialidad y funcionalidad de la ropa para darle algo lógico a lo que aferrarse. No falló. Ya no hace paraguas, hace sol, y menos mal porque no podía llegar al verano sin haber pasado antes por sus (ya ni mes) semanas de idealización previa.
Me gusta más la primavera que el verano porque me deja imaginarme los meses de más calor como si fueran Estrella Damm, y aunque suelo llegar a septiembre sabiendo que no es para tanto, siempre empiezo mayo imaginando que sí.
Las cosas suelen ser mejores cuando pasan en la cabeza que cuando pasan, pero cuando pasan, no quieres que terminen de pasar porque significa que se acaban. Y a mí me encanta imaginarlas antes de que pasen, porque entre expectativa y nostalgia me quedo con la expectativa, luego ya se vive todo el invierno y el otoño en la nostalgia, solo la primavera me da la expectativa y solo el verano me da la realidad. Cada uno la suya, el viaje que planificas todo el año, o la calma que esperas todo el año, pero siempre se hace real lo que esperabas o no esperabas que pasara el resto del tiempo, te guste o no.
La primavera dura poco solo para que no nos dé tiempo a imaginar demasiado el verano, para no hacer crecer mucho las expectativas, pero me hace falta poquito tiempo para darle espacio a lo que se crea en la mi cabeza cuando paseo ligera con mi gabardina, esa prenda que compras solo para los dos días que dura su momento. Por eso se le llamará ropa de entretiempo, porque no pueden darle ni una estación a esa bonita brevedad suya.
La foto es del parque de la Fundaçao Calouste Gulbenkian, en Lisboa, en mi primavera.
oh!! gracias Raquel, qué ilusión:)