Cuando me voy a dormir, nunca bajo la persiana. Me gusta mirar por la ventana desde la cama y ver que la luz de la casa de enfrente sigue encendida. Mientras yo pienso en acabar el día, el día sigue para otros. Y por lo que sea, saber que al otro lado hay alguien que sigue hablando, leyendo, viendo una serie, mandando un mail, o lo que sea que haga con la luz encendida, me gusta.
Eso no quiere decir que con la luz apagada se acabe todo. Mi ventana a oscuras sigue encendida a su manera. Pensando en qué bonito sería ser la ventana encendida de otros. Tener la culpa del incremento en la factura de la luz a la hora a la que debería disminuir. Quitar el sueño y a la vez, regalar por lo menos un par de los que vendrán después.
Creo que es por ese afán a la actividad continua, que infravaloramos el ciclismo, los documentales, los podcast de dos horas, los libros agradables o las series re-vistas. Esas series de cabecera que reposan en las primeras filas de tu catálogo de la plataforma que sea como si fuera tu libro de mesita de noche. Uno que no defrauda. Esas elecciones que tomas justo antes de dormir, que te distraen lo justo como para no apagar la luz todavía, pero también lo necesario para ir calentando tu lado de la cama y su correspondiente oreja. No creo que sean elecciones facilonas o aburridas. Estás eligiendo a quién meter en tu cama. Poca broma.
No me importaría ser de vez en cuando el Tour de Francia de la siesta de alguien, el documental sin demasiados sobresaltos que te asegura un sueño tranquilo, la serie que nunca decepciona o el libro que sabes que te va a dejar con buen sabor de boca. A esas horas de la noche y a estas alturas de 2020, quizá solo necesitemos certezas.
Por eso, qué bonito sería enviar en forma de carta este trocito de insomnio. Apagar el ordenador, y que alguien, tras alguna ventana de alguna casa en alguna parte, siga con la luz encendida leyendo las cartas que mando con la mía apagada.
Pero qué bonito sería también meterme tan dentro en la cama de alguien, que su bicicleta derrape, que en el documental de pingüinos de repente aparezcan leones, que sin darte cuenta Netflix te pregunte, después de lo que iba a ser “un capitulito y a dormir”, que si todavía sigues ahí, que el te libro enganche, y que al final, la luz de esa ventana nunca llegue a apagarse.
Yo, por si acaso, dejaré la persiana subida para ver qué pasa.
Feliz fin de semana.
Me flipa!
Yo también soy de las que nunca baja la persiana☝🏽❤️