No es lo mismo el primer día de ir en piernitas, y notar el aire en el tobillo, o a más del tobillo con un vestido medio largo, que el primer día de ir de corto. Para eso hay que estar muy morena o muy segura.
Yo me he tenido que venir a Budapest para lucir blancura, y por si hacerlo con ropa normal era venirse demasiado arriba, he estrenado un pijama.
Alba se reía en la videollamada de ayer porque no me había quitado el pijama para la reu, pero era al revés: me acababa de vestir. Mis mejores galas para la camarita y más tarde, para la callecita. Como veía que me iba a hacer falta algo más que gente desconocida, dos amigos que les da igual mi blancura, y el autobronceador no era una opción, me he puesto la playlist de Estrella Damm mientras me vestía, que por estas fechas empieza a sonar en mi Spotify y no para hasta finales de agosto. Que ahí ya empieza a darme más pena que alegrías.
Pablo se ha venido con su abrigo de invierno y sudaderas, que aquí, a 27 grados, solo le van a hacer falta para llevárselas de vuelta a Amsterdam.
Silvia con sandalias y calcetines porque ella es muy moderna. Y yo con pijama porque no me hace falta dormir mucho y por algún lado tendré que rentabilizar los pijamas.
Perdonadnos, todos somos guiris en algún lado. Esta primavera-verano que sí que no en cualquier país, nos tiene confundidos.
Feliz fin de semana.
Jaja ojalá veros por un agujerito