Todo está roto
Se lleva lo imperfecto y lo dañado. El defecto. La tarita. No solo en muebles, moda o joyas, también en las personas. La modelo que más cobra tiene manchas en la piel o los dientes separados. Los nuevos monos de Ralph Lauren están manchados de pintura. Los muebles caros son vintage, gastados, restaurados con la intención de parecer más roídos.
El otro día veía un vídeo de Vogue para principiantes en el que una diseñadora de moda que a mí no me gusta, rompía un jersey para que fuera más guay. Es verdad que era más guay. Pero que algo mejore no significa que ya sea bueno. Ella basa en eso sus colecciones, en el upcycling. El reciclaje de toda la vida del señor. Supongo que sería estar roto lo que lo hacía bonito. Pero no era bonito.
Lo que sí es cierto es que lo correcto, lo común, aburre. Lo correcto es cómodo, seguro, sabes que con eso no te equivocas. Obvio, por algo es correcto. Pero no es interesante.
La gente interesante siempre tiene una tara. Si pienso en mis personas favoritas, todas tienen algo. Eso me hace sospechar de la gente normal. El finde pasado terminé de leer Normal People, de Sally Rooney. Y además de encantarme, me hizo pensar un poco en que la gente especial siempre busca ser normal. Pero esa búsqueda les rompe. Más de lo que ya lo están. Y esas roturas, casi como grietas, les hacen sufrir. Porque los protagonistas de Gente Normal, no lo son. No son gente normal. Y eso es lo que te hace quererlos. Y eso es también lo que les hace quererse.
La belleza de lo imperfecto lo llaman. Encontrar bonito lo que otros creen un defecto.
Al final, normales o no, todos estamos un poco rotos. También antes de que se llevara estarlo. Pero es a través de esas grietas, finas o gruesas, más o menos visibles, por donde entra la luz.
Matilda, la nada normal, rota y llena de luz, Matilda.
Feliz fin de semana.