Somos sopas
Cuando veo a mi madre hacer el fondo para un caldo, sobre todo el de pescado, pienso que estamos tomándonos lo que cae de lo que sobra de los restos de arreglar un pescado. Bueno, muchos tipos de pescado. “Eso no lo tires. Eso déjamelo ahí para caldo”
Después de hervir todo, lo pone en el escurridor rojo, todo ahí formando una masa nada homogénea, y empieza a apretar para que salga el caldo que pueda quedar.
Cuando nuestros padres pasan a ser nuestros padres porque han tenido hijos, creo que pasa como con el caldo.
Somos un caldo de nuestros padres. El fondo para la sopa que luego somos nosotros.
No es que nuestros padres nos den lo que sobra, no es eso. Es como si al nacer te quedaras con cosas de su cabeza o con trozos de sus cuerpos, te pienses tú que te viene bien para tu sopa o no. Porque al final es lo que da sabor.
Crecemos y vamos diseccionando qué tenemos de nuestros padres y qué no, y habrá partes que te gusten más y otras que menos, y otras que viéndolas por separado no las echarías para el fondo. Pero es que es así como se hace la sopa, con todo, porque si no está sosa y las cosas sosas son un aburrimiento y nadie se las come.
Lo más bonito de hacer sopa es que el fondo a veces no es tuyo pero la forma de cocinarlo sí, y hace, anda que si hace. Y sale otro tipo de sopa. Con otro sabor. Y eso, como cualquier otro proceso, enriquece.
Hay pescados que, por separado, no te los comerías. Pero se necesitan para hacer un buen fondo.
Lo importante es lo bien que sabe luego la sopa.