Pijama de vestir
Querida persona, hoy le voy a hablar del noble arte de vestir con pijama. Y le escribo de usted porque el tema merece ser tratado desde el respeto. Y también un poco desde la desconfianza. Porque hay una fina línea que uno nunca debe cruzar cuando se trata de sacar las prendas de la cama a la calle.
Por ejemplo, yo no me termino de fiar de esa gente que acumula camisetas de propaganda para usarlas como pijama. Para salir a la calle, aún. Porque por alguna razón lo harán. Saben que se exponen a que el resto le vea. No es dejadez. Diría que hay hasta intención. Pero a la cama se va con estilo, porque es cuando nadie le ve. Y vestir para uno mismo debería ser lo único que importa. Claro está que el confinamiento ha demostrado que esto no es tan bonito como suena. Pero yo lo escribo para creérmelo. Como canta Nacho Vegas, en teoría funciona incluso el comunismo.
Cuando vivíamos juntas, mi hermana me decía, ya en el ascensor, que se me había vuelto a olvidar quitarme el pijama. La intención era de burla (pero cariñosísima siempre). A mí me sonaba a halago. Ali, sepa usted que nunca tiré esa camisa de rayitas. Es más, sale en la foto de mi graduación. Aunque también sale de mi cama por las mañanas. Esa es la magia de vestir con pijamas. Estás preparada para lo que pueda surgir.
Llevo obsesionada con estas prendas desde hace años. Mi camisa favorita es un pijama (o una bata más bien) en mi ficción favorita. Holly Golightly (Audrey Hepburn en Desayuno con Diamantes) sale de la cama con una camisa de esmoquin. No sé si será por las 469 veces que habré visto esa escena, pero me creó una necesidad. Y unos años después, en una tienda de segunda mano por Malasaña, encontré una camisa de esmoquin de hombre parecidísima. Es cierto que no es un pijama. Pero Audrey usó esa camisa como bata y a mí me vale.
Hace un par de años empezó a ponerse de moda esto de ir en pijama por la vida. Pero era un deporte de aficionados. Ropa creada para aparentar ser valiente. Cuando lo suyo hubiera sido que ustedes, pijameros por lo bajini, se hubieran puesto sus mejores galas nocturnas para salir a la calle. Pero las de verdad. Zara nunca ha vendido batas de gasa ni pijamas de dos piezas. Ustedes compraron vestidos de sedita y trajes lenceros. Y eso, queridos y queridas amigas, no son pijamas. Es ropa que aparenta serlo. Ropa fake.
Fue durante esa época, después de llevar tiempo practicando y predicando el buen uso del pijama para vestir, que tuve que abstenerme de comprar sucedáneos. No podía esperar en la cola del súper con surimis en una mano y cangrejos frescos en la otra. Lo más sensato era salir de ahí con las manos vacías.
Desde hace tiempo, cuando compro ropa (cada vez menos), tengo tres máximas.
1.Si vale para todos, no es para ti.
2.O te encanta o no te gusta.
3.Si no lo puedes usar en la cama, no lo compres.
Mientras termino de escribir esta carta, en pijama, obvio, me acuerdo de mi amigo Jesús en una cena con los demás. Llegué al bar feliz, estrenando un pijama sencillo. Y cuando me senté, me preguntó preocupado que si ya sabía que iba a ponerme en su boda. Le dije que según en qué momento del día se celebrara.
Porque digo yo, ¿de qué otra forma se puede salir por la noche si no es en pijama?
Audrey Hepburn, la camisa, el pijama y la escena.
Feliz fin de semana.