Otra ronda
“Esto parece una canción de Amaral”, decía Marina el otro día al poco de sentarme en la mesa.
Yo salía de la agencia y llegaba tarde a las últimas cerves antes de Pablo y Laura se fueran a Amsterdam. Todos se iban ya, pero cuando Marta me vio enfilar la calle cuesta arriba, volvió a sentar su culo en la silla y con su gaditano perfecto dijo que cómo iban a irse ahora, que cómo iban a hacer eso. Levantó la mano para que le viera la camarera y cambió la cuenta por otra ronda.
Son de esos que no echan en cara nada, de los que en vez de decirte que no has llegado antes se alegran porque has llegado.
En unos meses, en una mesa de madera dentro de algún bar en el que se está calentito, Pablo y Laura sentarán su culo en las sillas al ver aparecer a alguno de (sus futuros) “los suyos”, subiendo una cuestecita. Allí Amaral no creo que suene, pero sí sonará en sus cabezas, y volverán a sentir lo mismo que todos cuando llegamos a Madrid y al salir de la escuela íbamos al Diario: Son mis amigos.
Mientras, a 1773 km, en alguna otra mesa, nosotros brindaremos porque ellos, con nuevos amigos, también vayan a pedir otra ronda.
Feliz fin de semana.