Los salones de las series
Empecé a ver en el recién estrenado salón de Lau y Cristóbal: “High Fidelity”. Fue en una colchoneta hinchable que hace de sofá hasta que les traigan el suyo de verdad, y alrededor solo había sillas de playa, una mesa plegable, un par de platos y vasos aún en el suelo, porque, por ahora, es la mesa hasta que en ese salón haya una mesa. Muy de serie, pensé. O pensé antes de ver la serie.
No sé decir si me está gustando, pero seguiré viéndola aunque sea por el salón de la protagonista. En las series de este estilo es verdad que hay mil clichés, yo lo sé, y algunos que sobran, yo lo sé, pero que no me quiten el de los salones de casas irreales para gente sin un euro (sin un dólar) porque me dan la vida. A veces paro la serie solo para ver bien el salón y qué cosas tiene y cómo coloca los libros y cómo la cocina sin recoger queda bonita sin recoger. Yo pensaba “seguro que si hubieran hecho un capítulo en el que la chica se acaba de comprar la casa, el salón ya estaría bonito con las cajas de pizza y ella comiendo en el suelo con alguien guay como ella, y seguro el vino está perfectamente medio vacío y el cartón grasiento de la pizza de salami no lo quita en días del medio del salón pero sigue estando perfecto…” odio esos clichés. Me encantan esos clichés.
Nosotros pusimos los platos y los vasos sobre un trozo de cartón del embalaje del canapé que acaban de montar. Lo hicimos para no marcar el parqué, pero seguro que la chica de la serie, en un acto de elegante espontaneidad, no habría cogido ningún trozo de cartón, habría dejado todo encima de la madera, con sus posteriores marcas de grasa, y tan guay.
Hay que restregar el aceite por el salón y marcar la madera, es eso.
Y bueno, miento, la serie sí me está gustando, pero el salón más.
Feliz fin de fin de semana.