Los libros del súper
Hay 3 meses al año en los que todo se relativiza y parece más fácil. Ahora se lleva bastante lo de los guilty pleasure, los placeres culpables de toda la vida. El problema es que haya placeres que consideremos culpables, y más en verano, que todo vale.
Cuando llega julio, voy a la librería a pecho descubierto pidiendo una novela que enganche. Y estas dos últimas palabras duelen al librero si voy a la de Malasaña o a la librera si voy a la de Chueca. Me miran con ojitos de explicarme que de un libro no hay que esperar únicamente “que enganche”, pero antes de que procedan yo les digo que ya, que lo sé, pero que en verano yo me entrego a una buen thriller sin pudor, me da igual el tema que trate, quizá justo por eso lo pido. Entretenimiento y ya.
Qué manía tenemos todos de juzgar todo, hasta los libros. Cuando me compro novelas policiacas, siento que tengo que justificar por qué ese libro y no otro que trate un tema “de culto”. Aún habiendo leído antes esos. Pero ya esta, ya no hago juicios, que me cansa. Y menos en verano.
La semana pasada, esperando para pagar en la cola del súper, miraba los libros que vendían junto al chocolate y los helados. Siempre pienso en si es bueno o malo que vendan tu libro en un supermercado, otra vez los juicios. Y pese a que pueda parecer que esos libros están ahí porque es algo hecho para las mesas y todos esos argumentos que para mí, que ya pasaron, yo creo que está genial. Quiero decir, ¡escríbelo tú! A ver a quién le gusta tanto tu libro como el chocolate y los helados.
Al fin y al cabo, en el súper venden bienes de primera necesidad.
Feliz fin de semana.