He tardado años en borrar del Wallet de mi móvil, entradas de conciertos, festivales o eventos a los que ya había ido. Fue un día que, buscando un billete en la cola de Renfe, me puse yo más nerviosa que la del control, por no encontrar lo que buscaba entre festivales, entradas mías y entradas de amigos. En cuarentena, remirar todo eso era una autotrampa que me ponía yo misma todo el rato. Y todo por nostálgica. En ese viaje en tren me puse a deshacerme de recuerdos que en realidad no lo eran, simplemente eran los recuerdo sdel recuerdo, el souvenir que la cabeza a veces necesita, pero que al final convierte a mi móvil en un contenedor que nunca se vacía y solo acumula.
Con las playlist de mi Spotify me pasa lo mismo. No borro hasta que un día, no se me abren las app porque “la memoria está llena” y yo pienso en la mía, que también está llena, y le digo a la pantalla que cómo voy a borrar cosas, que son mis cosas, y me digo a mí que a ver qué cosas son esas, así que reviso las playlist y las canciones de las playlist, y entiendo mis fases, mis estados de ánimo, los grupos y cantantes que comparto y recomiendo orgullosa y los que debería escuchar en sesión privada, pero no lo hago porque una no debe avergonzarse de escuchar “Arrasando” de Thalía en algún momento de subidón.
Cuando tengo que tomar decisiones es con las canciones que ya no aguanto, pero que siguen ahí porque borrarlas sería borrar cosas de mí misma que hacen que ahora escuche otras canciones. Así que las dejo ahí, aunque no las escuche, dándoles espacio pero no memoria.
Ahora que todo el mundo está compartiendo su resumen del año de Spotify, que viene renovado con tu aura musical y todo, yo pienso en el resumen de lo que ya no escucho, uno que Spotify no ha creado, y que quizá todas esas canciones nos definan más que la bachata que este año nos ha dado por poner en bucle.
Feliz fin de semana.
Curiosamente leo esto un viernes. ¡Feliz fin de semana para ti, también! XDDD
"...dándoles espacio pero no memoria". Me encanta esta frase.