Se necesita a una vecina o un vecino para sentir que vives en un sitio.
Alguna interacción (buena o mala) tiene que haber para notar que algo estás haciendo con tu vida en esa casa.
Ayer, en Valencia y en una escuela que enseña a pensar ideas (si es que podemos hacer eso), acogía en su patio a un grupo de gente que cenaba. Tranquilitos todos. Al de al lado le oías normal, pero a la vecina que gritaba desde detrás de su bata roja de franela aún húmeda colgando de la cuerda de tender, se le oía mucho más.
Lo mejor que dijo esa mujer anoche, y eso que dijo muchas maravillas, fue: “Esto es un centro educativo y lo que educan es la falta de civismo”.
A esa señora le da la vida la escuela y a mí ayer me daba vidilla esa señora.
Esa frase no te sale en un momento, te la traes pensada de casa. Así que algo bueno tiene que estar haciendo la escuela con esa señora. Le entretiene y le hace pensar, y fijo que ella no paga matrícula.
Al ver que lo único que se oía en el edificio eran los gritos de Cielo (no se llama así, pero así se va a llamar mi vecina de Valencia favorita) otra vecina abrió su ventana y le dijo: “Señora hace usted más ruido que ellos, que están en su casa. Déjelos vivir. A ellos y a nosotros”
Que te conozca una vecina de Valencia, de Madrid, de Alicante o de donde sea, debe ser bueno. Que se quejen de que vives en tu casa, es buenísimo.
Jajajaj buena reflexión. Lo de la vidilla lo que más