Hablar de nada
No sé si últimamente todos estamos cansados de hablar o soy yo. No me refiero a no querer hablar, sin más, si no de hablar de cosas sesudas. Reflexionar de más.
Esto es una carta así que lo de no hablar está difícil, pero lo que yo agradezco bastante es hablar de nada. Así que eso es lo que voy a hacer hoy.
No puedo dar temas de conversación para hablar de nada porque la magia de esas charlas es la poquita trascedencia que tenga para cada uno ese tema. Y eso yo no lo sé. Pero sí sé conversaciones mías en las que hablar de nada fue un placer.
Sin ir más lejos, anoche. Hablando de pizzas y patatas con mis amigas. Conversaciones en las que digas lo que digas, no fallas. Nada puede sentar mal a nadie y ningún comentario es más ingenioso que otro. Pueden durar un minuto o 2 horas, pero qué a gustito mientras.
O hablando de nada mi hermana en la cocina, sobre la importancia de la piel del pollo para el cocido. O los paseos en verano por la playa con Valeria y que lo máximo que nos digamos sea “qué gusto poder estar juntas y en silencio”. Quién nos oyera se pensaría que estamos peleadas, pero todo lo contrario. O las conversaciones con Hugo, que siendo el hablante más pequeño que conozco, dice las cosas más grandes que he oído.
Hablar de nada mientras cortas queso para el aperitivo y que sea válido contestar con un “Ah, pues sí”. Y la otra persona sabe que estás escuchando, pero el tema te permite darte la licencia de las respuestas cortas, que no vagas. O hablar de nada cuando estás tomando unas cañas después de mucho tiempo y que todo siga perfecto.
Qué bonito es tener gente con la que poder hablar de nada y sentir que lo dices todo.
Feliz fin de semana.
Jane Birkin y Serge Gainsbourg posiblemente hablando de nada.