El año en que empecé a usar contorno de ojos. El año en que aprendí a descorchar botellas de vino. El año en que tampoco hice deporte. Ni con un confinamiento. El año en que dejé de vivir con mi familia, o dicho de otra forma: el año en que me di cuenta de que si no me despertaba con la alarma, llegaba tarde. El año en que más escuché a mis vecinos. Tanto, que escribí una historia sobre ellos. El año en que aprendí a cocinar con la olla express. El año en que fui madrina de Jorge para todos los años. El año en que volví a echar de menos ir al cole y ver a mis amigos. El año en que dejé un libro a medias porque si algo no te gusta, es mejor no seguir forzándolo. Quizá no fuese el momento. O quizá no fuera el año. El año en que jugar al ajedrez fue sexy. El año en que dejé de felicitar por Instagram los cumples a mis amigos, porque no publicar lo que les quieres no hace que les quieras menos. El año en que eché de menos sudar en un festival. El año en que aprendí a escribir con menos comas y con más puntos. Si no me crees, relee esta carta. El año en que dejó de saberme mal no ir a esas cerves. El año en que empecé a trabajar sin ir al trabajo. El año en que quedarme en casa un sábado no estuvo mal visto. El año en que por fin entendí que tanta ropa era demasiada ropa. El año en que aprendí a echar de menos bien. El año en que demasiada gente hizo demasiado pan. El año en que más quise. El año en que tomé el sol en el patio de luces. Una vez. Un día. No era tan guay como las stories prometían. El año en que seguí manteniendo 23 conversaciones de WhatsApp sin abrir. No tengo excusas. Soy horrible. El año en que seguí sin actualizar mi LinkedIn. El año en que más veces escuché a la gente decir “total…” El año en que dejé de usar pintalabios. El año en que me dediqué a pensar y se convirtió en una jornada laboral. El año en que mi grupo de música favorito dejó de serlo. El año en que renegué de que mi grupo de música favorito fuera el que era. El año en que más veces miré las fotos de mi móvil. El año en que estrené ropa de entretiempo en verano y nunca admití que tenía calor. El año en que Hugo tuvo un hermano y el año en que Jorge mejoró la vida a todos. El año en que supe que era mejor no esperar demasiado. También el año en que no aprendí esa lección. El año en que soñé que me tiraban la copa en un concierto y fue precioso.
El año en que llevé chándal pero nunca diré que es verdad. El año en que nadie se esperaba nada. El año en que fuimos demasiado optimistas. O demasiado crédulos. El año en que todos aprendimos algo. Exactamente igual que todos los años.
El año en que volví a escribir cartas. Y el año en que entendí por qué me las enviaban mis tías: hay una persona que las espera.
Feliz primer fin de semana de todos los que le quedan a este año.
El año en que seguiste sin saber decir ¨pizza¨ y me convertiste en mejor persona :)