De la varilla que se joroba pero no se rompe
Pasé horas mirando a los pelícanos sobrevolar y meterse de cabeza en el mar para comer, me entretuve un rato mirando al cangrejo del color de la arena salir del hoyo para volver a meterse en cuanto le mirábamos, de verdad que los ojos de ese cangrejo me miraban. Pasábamos el rato mirando a las gaviotas esperar quietas a que la primera que enfilaba el triángulo invisible volara, y cuando la primera se movía, todas volaban. Escuchaba a Alba decirme que no podía ver al cangrejo, que es miope, entrábamos al agua para vernos el pintauñas de los dedos del pie desde arriba, y dijimos varias veces que la de María la Gorda era el agua más transparente que habíamos visto en nuestra vida. Y mientras, con los pies enfundados en calcetines blancos hechos de arena, veíamos las horas pasar sin preocuparnos de que pasaran.
Empezamos y acabamos en La Habana, pero entre medias estaba Cuba. Decíamos que estábamos haciendo inmersión cubana, que a ver qué era lo siguiente. Alba me hablaba dormida y me decía que se le estaba haciendo larga la noche. Luego pensé que sería justo porque la estaba pasando durmiendo.
Hacíamos fotos y decíamos “para Esther”, pasaba algo y decíamos “esto a Esther”. Tan presente que era como si nos la hubiéramos llevado metido en la maleta facturada.
Flora, de Cuba, muy cubana, nos decía el último día: Dale venga, que ustedes se van hoy, tengan sus patitas funcionando. Así que nos levantábamos del taburete del Floridita y seguíamos intentando bailar como ellas en otro lado.
Le hacía fotos a Alba mientras ella pensaba que así tendría cosas que subir, pero mientras yo pensaba que así tendría fotos que mirar cuando me acordara de mis días con Alba.
Leandro dijo: yo soy de la varilla que se joroba pero no se rompe, y yo le dije que no se podía describir mejor a La Habana.
Íbamos a caballo y nos dolían los huesos del culo, pero íbamos a caballo por el valle más bonito que habíamos tenido delante.
Encendíamos el puro y le poníamos la miel, no nos costaba levantarnos de la cama por las mañanas, vimos peces bonitos, pasamos muchos días juntas y conocimos gente que los pasó con nosotras.
Poder hablar en pasado es una suerte, significa que algo ha pasado.
Feliz fin de semana.