Si mi primer baño del año tuviera que ser en una piscina o no ser, no sería. Me quedaría en el césped mirando los chapuzones y esperando al mío.
Cuando te pregunta alguien: ¿ya te has bañado? En mayo-junio, en qué piensas. Creo que en ese pensamiento se descubre si eres de piscina o de mar. Si piensas en el azul del azulejo pequeño cuadrado y en las piedrecitas compactas del bordillo de la piscina, te gusta el mundo piscinas. Si piensas en el azul del mar que según en qué parte del mapa esté, es más azul o más verde, y en la arena salpicando a la parte de detrás de la pierna cuando la arena quema y ya no puedes seguir caminando descalza, y te toca elegir ponerte las chanclas y que la arena se te pegue por detrás al impulsarla sin querer al caminar, eres del mundo mar. Porque ser de playa es otra cosa.
Ser de playa se podría ver casi como un plan. Estoy pensando ahora mismo si los personajes de los anuncios de Estrella Damm son de mar o de playa. Y creo que los primeros anuncios de Estrella Damm, los de gente guapa pasándoselo bien y creándome un trauma para toda la vida sobre mis veranos mediterráneos (un trauma que recibí encantada y que no me quiero quitar) son gente de playa. Y los últimos (bueno, casi todos los últimos) son gente de mar. Porque según los anuncios, esa gente está preocupadita por lo que pasa en el mar.
El primer baño del año de este año, fue hace dos findes. El 11 de mayo, conforme llegué al trocito de playa donde estaba mi hermana, Jorge salía del agua con la emoción de tener casi 4 años y salir del mar tiritando, pero haberte bañado. Le dije que me metía con él, que nos metíamos eh, le advertía, pero creo que la advertencia era más para mí misma. Una advertencia de que en Alicante el 11 de mayo el agua es fría, pero que venga, que ya, que el año pasado el primer baño del año fue en abril y en Canarias, después de haber espiado a cangrejos con Esther mientras Alba dormía en una toalla llena de arena, así que este año ya iba tarde.
No me encantan los balnearios. A Silvia y a Pablo sí, en Budapest y en Bucarest los disfrutaron, y yo les miraba disfrutarlos mientras notaba olor a humedad. Les parecían guays los contrates “agua helada agua ardiendo”, a mí me parecían guays sus caras y que de verdad, se divertían. Bueno, pues me he dado cuenta de que al mar le consiente lo que a un balneario no. Me parece bien el agua fría de mayo, y cuando llega agosto a Alicante, me parece bien el agua caliente.
Alex le dijo a Hugo el 11 de mayo “Hugo, parece que se te ha olvidado la playa” cuando cogió la pala y empezó a echar la arena hacia atrás sin mirar a quién se la estaba echando. Sin acordarse de que el acto de sacar arena haciendo un hoyo implicaba que esa arena iba a estar en otro lado. Pero no pasa nada, se volverá a acordar de la playa porque yo soy su tía y soy una tía pesada.
Ese día Javi me dijo que no valía mojarse un poquito y decir que te habías bañado. Que lo de echarse agüita por las piernas, luego otro poco por los hombros y decir “uy está fresquita, eh!” no era bañarse. Le di la razón, y acordamos que bañarse no es mojarse, que bañarse es meterse. Así que me metí. El primer baño del año, con Jorge tiritando y los dos riéndonos y deseando salir a decir que nos habíamos metido, pero no tanto volver a entrar.
Feliz fin de semana.
En el mar, como en la vida, hay que mojarse.