Alteraciones debido al viento
El otro día descubrí un nuevo estado atmosférico. Miento, me lo descubrió Marta. Porque cuando dos amigas viven juntas y piensan que ya lo saben todo de la vida, y de la vida de la una y de la otra, va y te descubre algo nuevo. O la vida o la amiga. Que viene a ser lo mismo.
Cuando Marta estaba apurando su café para salir pitando hacia su día, me dijo que en el tiempo de su móvil daban “alteraciones debido al viento”. Que igual somos las únicas que no habíamos visto eso nunca eh, pero oye. Nos dejó locas.
Me imaginé bajar a la calle y encontrar coches entrando al revés en las rotondas, gente caminando con las manos, bicis volando como la de E.T, ropas del revés, semáforos en modo discoteca, __________________, __________________, etc. Dejo espacio para que rellenéis con vuestras propias alteraciones, que así es más divertido.
Nada más lejos de la aburrida realidad, todo seguía normal ahí fuera. Aunque puede que hoy en día eso sea bueno, claro. Así que yo me puse a mis quehaceres. Quehaceres que nunca son muy normales, y esa realidad sí que no es aburrida.
Ese día estaba buscando e inventándome melodías de timbre para una cosa del trabajo.
Siempre me ha hecho gracia lo de “para una cosa del trabajo”. Qué recurrente es eso. A quien no le hizo tanta gracia fue a mi vecina china. Que no es porque sea china, no me juzguéis aún. Bueno en realidad sí es por ser china, pero ahora lo entenderéis.
Y yo entiendo que le hiciera cero gracia eh, entiendo que estar horas escuchando el timbre sonar al ritmo de “la cucaracha”, “loooolololololoooolo” y cosas así, mientras yo grabo con el móvil a ver qué tal suena, no le encante. El problema es que ella no me entendía a mí. Pero literal, digo. Creo que fue cuando bajé a tocar la de Rocky, que al subir me la encontré con los brazos en jarra esperando en la puerta de casa. Que es casi su puerta porque están pegaditas. Así que se oye todo. Todo nivel: si sus tostadas saltaban, yo iba a recoger las mías. Si tocaban a su puerta, yo me levantaba a recibir en mi casa a nadie.
Cuando la vi al final de la escalera en posición de inminente reprimenda, pensé: “ya está, hasta aquí ha llegado mi inmaculada reputación como vecina. Nunca más van a poder decir de mí que jamás les di problemas. Si existieran los expediente de inquilinos, el mío ya estaría manchado de deshonra”. Todo eso pensé en medio segundito.
Mientras llegaba al último escalón antes de enfrentarme a la vergüenza, pensaba también en la cara que pondría mi casera. Ojos de decepción, párpados cayendo, entornados por el pesar, y la cabeza girando lado a lado al son del chasquido de la lengua. Hacía unos meses todo eran felicitaciones por haber convertido 50 m2 (últiles, menos) en un hogar. Yo felicité a mis padres. Así que ni por ahí encontraba consuelo.
Llegué al final de la escalera y empecé a soltarle mi discurso. Afinando la voz a ver si sonar a niña ayudaba en algo. Lo mismo daba, solo me miraba, asentía y ya. Yo decía en alto y vocalizando que, de verdad, era TRABAJO. Como incidiendo en el perdón. Pero nada. Sonreía, ¡incluso! Ya puestos, hubiera preferido un poco de jaleo. Que ya que me pongo a imaginar disculpas, qué menos que poder utilizarlas.
Fue en ese momento cuando me acordé del pronóstico del tiempo de Marta: alteraciones debido al viento. Eso debía haber pasado. Nada tenía que ver que mi vecina chinísima solo supiera chino y nada de español, ni que mi poco pausado discurso y volteretas con las manos no facilitara el entendimiento mutuo. Eso era cosa del viento. No había otra explicación.
Aprovechando la excusa climatológica, volví a bajar por la noche a grabar los últimos timbrazos. Total, quién soy yo para contrariar a la madre naturaleza. No puedo hacer nada contra eso. Ya lo mismo daba. Debía ser aquello de las alteraciones, el nuevo mercurio retrógrado. Y si aún me cuesta entender eso, lo del viento ya ni lo intento. Además, había dado con unos timbrazos irresistibles al oído de cualquier director creativo.
Al día siguiente enseñé las melodías a mis jefes. No valía ninguna melodía. Horas de audios dignos de conjunto de verbena, insertados ya en el tímpano de mi vecina, que se iban a la papelera del móvil. Pero estoy segura de que no tenía que ver con mi trabajo. Volveré a presentarlo cuando Marta me diga que dan sol y viento al 0%.
Fijo que fue otra alteración debido al viento.
Scarlett O’Hara. Otra a la que le pillaron días de viento alterado.
Feliz fin de semana.